domingo, septiembre 20, 2009

Sobre como lo bueno se pervierte con la rigidez...

Improvisación. Instinto.
Eso es lo que hoy por hoy me brota de manera espontánea y natural.
Me fijo continuamente en asuntos intrascendentes, que si bien no son extenuantemente difíciles, plantean cierto grado de desafío, exigencia o dificultad. Muchas veces, mi interés en esos asuntos no es solamente por el asunto en sí mismo, sino también me atrae el desafío.
El problema radica en que lo que es verdaderamente importante no me atrae porque se ha rigidizado de manera desagradable.
Cosas importantes, caminos que tomé voluntariamente y con mucho agrado y entusiasmo, caminos que versan sobre cosas que me parecían de lo más entretenidas, ya no me parecen tan interesantes, y son ahora ineludibles y necesarios.
Esos caminos que me parecieron interesantes, que me incentivaban a seguirlos y que me parecían agradables, se han vuelto o han resultado ser caminos predeterminados, graduales, estructurados.
No es un camino en que cada paso se decide en el paso anterior, sino que hay planificación, metas, plazos calculos y artificiosas estructuraciones que me impiden disfrutar plenamente de lo que originalmente hallé de atractivo en ese camino.

Pero esto es inexorable. Siempre se da en la vida en esta sociedad. En ocasiones las consecuencias son nefastas si uno intenta salir de un camino que tomó por voluntad propia. Pero si no lo son tanto, entonces cuesta mucho mantener ese rumbo monótono que otrora fue muy atractivo.

Sin embargo, en algunas cosas la estructuración me desalienta. En otras, si bien lo que se hace rinde frutos y no es desagradable, no presenta ningún tipo de desafío que pueda suscitar mi interés.

¿Qué se puede sacar en limpio?
Sólo que por estas fechas deseo juego, entretención y espontaneidad, pero con una dosis saludable de dificultad y desafío.

Es horrible vivir y sentir originariamente, orgánicamente y naturalmente en tiempos en donde sólo existe un imperio de la sobre-estructuración.


Dionisios